4.2.1 EL INSIGHT DEL SANTO JOB.
Dentro de los insigh religiosos, muchos de ellos recibidos a través de la lectura de la Biblia o de escritos sagrados, está
este del Santo Job que forma parte de otro más importante y extenso como el de la “teodicea” que veremos más
adelante. Una de las grandes sorpresas que encontré en la lectura competa de la Sagrada Biblia realizado por mi, hace
ya algunos años fue esta del Libro de Job, relato proverbial que, a modo de ejemplo, sorprende por su significado y
que trata de dar, desde la fe, respuesta a esa gran pregunta que inquiere sobre la Misericordia Divina”.
Siempre entendí que el libro de Job era un relato que enaltecía la fidelidad a Dios por parte de un heroico ser humano,
que a pesar de su lealtad era crudamente castigado por la providencia en todos los aspectos de su hacienda, familia,
salud y honor precisamente para probar dicha lealtad: Su confianza en la Divina
providencia conllevaría una postrera recompensa.
Sin embargo mi sorpresa fue comprobar que eso no es así. La historia de Job es
todo lo contrario, el relato de la paciencia de Job, ocupa solamente el primero de
los capítulos del libro, el resto es una amargo relato reivindicativo de una justa
correspondencia entre las acciones del hombre y la recompensa que recibe por
ellas en la tierra. Cuando Job se ve sumido, o en la más profunda pobreza,
desgracia familiar, enfermedad y al final en la conmiseración y en la burla de sus
conciudadanos, estalla en ira contra Dios al que clama justicia con uno de los
gritos mas desgarradores que puede lanzar un ser humano : “Por que me sacaste
del vientre de mi madre”. Job reprocha a Dios el haberle creado, no quiere la vida
para sufrir. “Porque me permitiste nacer, quítame la vida ahora mismo. Para sufrir
esta burla prefiero la muerte”.
El resto del libro es un rifi rafe entre las razones de Job y las de tres sabios amigos
suyos que vienen de sus respectivos reinos para consolarle de sus cuitas y a la vez
sirven para razonar y justificar las razones de su desgracia, en base a los
argumentos clásicos y recurrentes que buscaban explicar como era permitida por Dios la desgracia del justo y aun la
fortuna del malvado. El problema es, pues, expuesto por los sabios mediante argumentos ya manidos en la tradición
bíblica como la herencia de la culpa (Dios castiga la culpa en los hijos hasta la tercera o cuarta generación). La
existencia de algún pecado inadvertido en él o en algún familiar directo. La prueba de fidelidad y fortaleza a la que
Dios le puede estar sometiendo, paciencia ante una futura recompense que le llegara en el futuro etc, etc,
Job no acepta ninguno de estos argumentos y responde de modo contundente: El es y ha sido siempre un
hombre justo y piadoso con el prójimo y considera injusto la herencia o traslado de la culpa de padres a hijos. Además
se permite observar como clara injusticia la fortuna y riquezas que suele acompañar al impío y al malvado riéndose
del argumento de que serán castigados en sus descendientes “que importa a los malvados lo que pueda ocurrir en un
futuro con sus descendientes mientras ellos gocen de una vida regalada y a salvo a pesar de sus maldades”.
Las réplicas y contra réplicas entre Job y los sabios no tienen desperdició, pero es, sin duda, la parte final,
cuando el mismo Dios accede a hablar con Job para dar respuesta a su clamor desesperado, lo que nos dará la solución
al gran misterio y ofrecerá una nueva visión sobre la Teodicea y la situación y relación del hombre con Dios.
Fracasada la intercesión de los sabios amigos de Job ante su intransigencia y buenos argumentos, será el mismísimo
Dios quien acabe por aparecer ante el, no para defenderse sino para afianzar de un modo contundente la posición de
cada uno. Para ellos lo primero que hace es establecer claramente la distancia y diferencia entre el Dios Creador y la
criatura, mediante una amplísima relación de las acciones llevadas a cabo por el Creador, fundando el mundo, al
hombre y a por ende al mismo Job de la nada: ¿Quién eres tu para exigirme nada?. ¿Quién eres tú para dictarme lo que
debo hacer? ¿Quién puede acusarme, quien me impondrá su ley, quien me llevará ante un tribunal, quien podrá juzgar
a Dios?. Dios es el creador e impulsor de la justicia entre los hombres. El ha creado la conciencia del bien y el mal
para dignificar al ser humano, éste podrá juzgar a su semejantes según su conciencia y sus leyes pero esas leyes y esa
conciencia lógica no puede pretender el hombre aplicarlas a un Dios que sobrevuela sobre el bien y el mal y crea para
nosotros la justicia.
Así pues las reclamaciones de Job ante Dios son una pataleta sin valor alguno ya que en sus razonamientos, en
nuestros razonamientos, colocamos a Dios a nuestra altura y pretendemos ingenuamente que se someta a nuestra
lógica, no siendo compatibles, en nada, la razón de Dios con la razón de los hombres.
Junto a la curiosidad que me ofrece el cambio completo de significado que la lectura del Libro de Job me ofrece
sobre la enseñanza tradicional, es éste de la posición real del hombre frente a Dios que nos ofrece el final del relato lio
que constituye gran insigh que percibo.
El hombre parece vivir en un continuo estado de tentación a Dios, imprecándole con un continuo “Si quieres que
nosotros te hagamos o seamos .........…Tu también debes de….”. Este relato acaba bien, Dios comprende los
argumentos de Job y valora su sinceridad frente a los argumentos raídos y humanos de los sabios, y devuelve a Job
todo lo que había tenido, pero ojo, lo hace, como diría San Pablo “…...por pura iniciativa suya”, pues, como es
definido por el propio apóstol “Dios es aquel que todo lo hace según el beneplácito de su voluntad...”
es decir que la posición de Dios es hacer su voluntad y por lo tanto no puede quedar obligado, salvo que esa sea su
voluntad, a posición alguna de cualquiera de sus criaturas. Rechaza San Pablo, pues, que el hombre justo deba de ser
obligatoriamente recompensado, como reclamaba el Santo Job, y lo hace con el el argumento de que esto coartaría
libertad de Dios: ¿Podemos imaginar a un hombre justo increpando a Dios y diciéndole ¡Eh Tú! estas obligado a
hacerme justicia y no puedes hacer otra cosa que premiarme por el ejercicio de la justicia?. Esto sería imposible de
concebir dentro de la definición previamente aceptada de que “Dios es aquel que todo lo hace según el beneplácito de
su voluntad”. Por último Pablo explica la redención como un acto de la libre voluntad de Dios que redime al hombre
en su Hijo.
Esto nos obliga a comprender que Dios no se presenta ante el hombre y su historia como un ser
irremediablemente bondadoso y dependiente de nuestro amor y reconocimiento, tal como en muchas ocasiones intenta
presentarnos la Iglesia, sino mas bien como el ser terrible que siendo digno de temor y aun de pavor se nos muestra
“lento a la ira y presto a la misericordia” tal como se proclama en múltiples pasajes de la Biblia, pero ojo siempre
bajo la clara conciencia de que en cada caso El “…. es aquel que todo lo hace según el beneplácito de su voluntad”
como justa definición.
Nota resumen: Los dos insigh que extraigo, pues, de la experiencia de la lectura del Libro de Job son:
1º El descubrimiento de que conceptos claros y seguros que hemos recibido durante años de personas y entidades con
autoridad suficiente pueden encerrar una interpretación interesada o devaluada de esa misma historia queriendonos
ofrecer una moraleja que, aun siendo legitima como tal “Dios me los dio Dios me lo quito alabado sea en nombre del
Señor”, para nada se pude desprender de la lectura del relato a que se refiere.
2º El insigh mas potente es el descubrimiento del Dios terrible que no nos debe nada y ante el cual no podemos
reivindicar nada, salvo que se haga su “voluntad en la tierra como en el cielo”. Este tema, que para mí es recurrente,
aparece en otros artículos que veremos más adelante como “La teodicea” “Yo Creo en Dios y Creo que Dios cree en
mí” ó “El nuevo condenado por desconfiado” etc. etc.
4.2.2 EL INSIGHT DE LA CAPA DE SAN MARTÍN
San Martín es uno de los santos más populares de la Iglesia. Su hagiografía nos cuenta como antes de dejarlo todo para
dedicarse a la vida consagrada, siendo tan solo un soldado, se encontró en cierta ocasión en el camino con un pobre
hombre desarrapado y semidesnudo, como quiera que era un día especialmente frió, en pleno mes de noviembre, la
situación de aquel indigente le movió a compasión y como no tenía nada con que ayudarle decidió cortar por la mitad
su propia capa y dársela, compartiéndola así con él. Se dice que quiso Dios premiar tal acto de caridad cristiana
permitiendo que en aquel día, se abrieran los cielos y luciera un esplendido y calido sol de primavera que hizo
innecesario el uso de las medias capas. En recuerdo de tan caritativa acción y del milagroso acontecimiento es
denominado veranillo de San Martín, a los periodos extraordinarios de calor que acontecen cada año hacia el 11 de
noviembre, festividad del santo.
Hoy, en nuestra sociedad, no hay mucha gente que como San Martín estén
dispuestos a prescindir de su media capa, y menos aun a quedarse en unas
condiciones precarias en pleno invierno, dejando expuesta su propia salud y aun su
propia vida a la intemperie, por ayudar a un mísero extraño. En esto de la caridad, o
de la solidaridad, como se dice ahora para evitar las connotaciones religiosas,
podemos distinguir, como en casi todas las cuestiones de la vida, a los CRITICOS y
HACEDORES.
Los críticos se quejan continuamente de lo injusto que es el mundo y echan la
culpa de ello, según toque, a personas de su entorno o a otras más alejadas con
frecuencia recurrentes para estos casos como los políticos, poderes fácticos,
instituciones diversas etc. Ellos nunca hacen nada por arreglar las situaciones que con
tanta facilidad ven injustas, ni tan siquiera colaboran a ello, da la impresión que
quedan satisfechos con el quejarse de la situación. Lo peor de todo es que estos
individuos no solo no ayudan sino que la crítica la dirigen frecuentemente contra las
instituciones que si que hacen algo, incluso que sustentan la ayuda humanitaria y la
lucha contra la injusticia. Son aquellos que denominamos “hacedores”, maravillosas
seres humanos que se ven impelidos ha hacer el bien, no para atender la queja de los críticos, sino impulsados por su
propia fuerza interior: humanidad, solidaridad, fe…
Por desgracia en nuestro andar cotidiano observamos muchos más “críticos” que “hacedores” y tenemos que
aguantar sus comentarios prepotentes sobre como debe de ser la sociedad y como deberían de actuar las demás
personas para crear un mundo. Mucho me cuesta no saltar a su cara y preguntarles “¿que estas haciendo tu)” Pero, y
esto lo reconozco públicamente, me es absolutamente insoportable oir como impunemente son criticadas personas
hacedoras y organizaciones que, como la iglesia, están allí en el lugar de la desgracia, a los pies del necesitado,
compartiendo su precariedad y no pocas veces arriesgando salud y vida. Es en estos casos que siempre me viene a la
cabeza la acción de San Martín y su práctica ayuda.
Este insigh de la capa de San Martín me pone en la mente de uno de estos críticos que, ante su incapacidad de prestar,
el mismo, una ayuda efectiva y, seguramente, para justificar su cobardía, dirige también su critica hacia el caritativo
Martín preguntándonos ¿porqué el santo no ofreció la capa entera al desnudo indigente.? Pues si era Santo ¿no debió
haber confiado en la protección de Dios para con el?. Diriase, a raiz de estas dudas, que el gran Santo no lo fue tanto y
que su acción precavida no hubiera supuesto ningún tipo de heroicidad. Lo terrible de esto es que aquellos que así
criticarían la bondad de San Martín jamás dejarían ni media ni un cuarto de capa a un extraño necesitado, y esta es la
gran injusticia que tanto aborrezco: La critica maliciosa hacia el que hace el bien.
Sabemos que una persona realmente caritativa no dudaría nunca del valor que la acción de San Martín tenía en sí
misma, ya que su experiencia le permitiría valorar justamente cualquier acción positiva y real, cualquier sacrificio
personal, fuera efectivo o no. Por el contrario el critico, no solo no hace nada sino que se permite criticar a quienes lo
hacen, bien exigiéndoles hacer algo más o hacerlo de otra forma, y todo ello, la mayoría de las veces inconscientes de
su injusta maldad, si no para acallar una conciencia harto miserable.
Como resumen y generalizando diré que esto de la “Capa de San Martín no es propiamente un insigh, sino una
imagen recurrente que aparece en mi mente cada vez que oigo criticas, sean livianas o feroces, contra personas o
instituciones que trabajan de modo más o menos efectivo contra la pobreza e injusticia en el mundo o en su entorno
inmediato.
No comprendo porqué habiendo tantas y tantas personas e institución, que no se preocupan de otra cosa que de
aumentar sus beneficios, se critique a los más necesitados.
Por fín, todo esto lo refiero a la Iglesia que como San Martín, ofrece la mitad de su capa a quien nada tiene y es
cruelmente criticada por guardarse otra mitad de la capa, para su propia supervivencia y poder seguir entregando
nuevas medias capas a los mas necesitado. Este tema lo trato más ampliamente en el articulo “El culto y los tesoros de
la Iglesia”
* Nota 1: Históricamente, San Martín, en el momento de compartir su capa no era aún cristianismo. El hecho refleja
un alma caritativa antes incluso de descubrir la fe. Igualmente parece querer justificarse el hecho de que solo
ofreciera la mitad de su capa militar (era miembro de la guardia imperial) en que ésta estaba costeada a medias entre
el ejercito y el propio soldado de modo que él ofreció la parte de la capa que le correspondía.
*Nota 2 : MI TIPOLOGIA DE CRITICOS: A) Crítico activo: hace critica, establece posibles soluciones, y se implica
enellas.(en realidad es un hacedor). B) Crítico positivo: hace critica, propone soluciones, pero no hace nada. C)
Crítico negativo: solo hace crítica. D) Crítico destructivo: Critica con el solo objeto de destruir lo que critica. D)
Crítico Satánico es el crítico destructivo que pone especial interés en atacar a personas e instituciones que son
naturalmente buenas y hacedores que hacen el bien. Todo por una siniestra y extraña pulsión.
4.2.3 LA TEODICEA: Si Dios es….
Una de de las cuestiones claves que sobrevuelan la relación entre Dios y los hombres podríamos recogerla en el
siguiente razonamiento:
“Si Dios es tan bueno y ama tanto a los hombres
y si Dios es todo poderoso.
¿Porqué permite que continuamente nos ocurran desgracias tan grandes e injustas”?
Esta cuestión no es nueva sino que, por el contrario, aparece desde el principio de la relación del ser humano con
Dios. En la Biblia, un libro entero, el Libro de Job, trata de este problema con singular y poco conocida luz. Y es que
la complejidad de la respuesta y el querer salvar algunos presupuestos sobrevenidos a la actividad y experiencia de la
iglesia ha dejado este tema como una eterna asignatura pendiente intentando, a mi entender falsamente, recargar sobre
la impiedad del hombre el peso de sus aleatorias desgracias.
Muchas han sido las respuestas que se han intentado dar a esta disyuntiva retórica y grandes filósofos, teólogos y
exegetas han tratado el tema con dificultad y sin llegar a una resolución clara y aceptable: San Agustín y más tarde el
filosofo Leibniz que acuña la palabra “Teodicea” para enmarcar el problema, son dos buenos ejemplos de este interés
del ser humano por comprender la cuestión.
Yo también me he visto apremiado por esta cuestión, llevado con frecuencia por el uso que algunos escépticos, ateos e
impíos hacen de su aparente dificil solución para justificar su escepticismo y falta de fe, y he intentado, desde la razón
y la teología bíblica y cristiana, encontrar argumentos que puedan explicar la contradicción que parece existir entre el
amor divino y el abandono del ser humano en la tierra. Sin pretender dar lecciones de ningún tipo a los grandes sabios
que se han interesado en esta problemática he procurado resolverlo desde una perspectiva puramente lógica, mediante
un insigh sobrevenido ante la contemplación directa y simple del enunciado escrito de la pregunta. Veámoslo:
En lógica los razonamientos se constituyen a partir de unos silogismos que combinados de modo correcto y siguiendo
unas leyes estrictas darían lugar a lugar a una conclusión nueva y verdadera. Para que una conclusión sea lógica y
verdadera es necesario que las dos premisas iniciales lo sean también, y he aquí el fallo del problema de la teodicea:
Esta formulado sobre premisas falsas, ya desde la primera fase del silogismo lógico. Y al querer solucionar un
problema sobre falsas premisas nos encontramos con confusión y desconcierto. Efectivamente, el error aparece ya en
la formulación inicial de la primera premisa “Si Dios es……..” esta formulación pretende un conocimiento cierto de
Dios atribuyéndole, sin duda, una serie de característica. Independiente de las diversas divagaciones de la teología al
respecto si algo es cierto es nuestro total desconocimiento de Dios, y no por falta de estudios sobre el sino,
simplemente, por nuestra incapacidad real de llegar a conocerlo. Recordemos aquí una breve anécdota que siempre me
ha fascinado por su “insigt” sencillo y directo. “Se cuenta que el gran filosofo San Agustín se encontraba en cierta
ocasión paseando por la orilla del mar intentando comprender los misterios de Dios, mientras subia y bajaba por la
playa observaba a un niño jugando en la arena; concretamente el pequeño se dirigía a la orilla del mar y recogía, con
sus manos hechas un cuenco, un poco de agua que luego depositaba en un agujerito que el mismo había hecho a unos
pasos de la orilla. Mientras el santo obispo de Hipona continuaba con sus cabalas: El Padre es Dios, el hijo es Dios el
Espíritu Santo es Dios, son tres personas distintas pero un solo Dios….. Mientras, cada vez que pasaba por donde
estaba el niño, lo seguía viendo afanado en su actividad. Por fin se dirigió hacia donde estaba el niño preguntándole:
“hace mucho rato que vengo observándote y me gustaría saber que es lo que estas haciend”. “Muy sencillo señor”,
respondió el pequeño, “he hecho un agujero aquí, en la arena y quiero meter en el todo el agua del mar”. El santo
obispo se rió con ganas de la ocurrencia del niño y le respondió paciente, “¿pero no ves que eso es imposible?, el mar
es inmenso y no podría caber en un agujero tan pequeño, además, aunque cupiera, pasando el agua con los medios
que empleas jamás llegarías a conseguirlo. Es inútil tu esfuerzo”. “Bueno”, respondió el niño mientras se alejaba.
¿A caso no esta intentando Vd, con sus solas fuerzas comprender en su pequeña cabeza a todo un Dios que es infinito
y eterno?. El insigh es inmediato, y nos enfrenta a nuestra prepotencia a la hora de pretender hablar de Dios: No solo
no podríamos aprehender su esencia por la pequeñez de nuestra mente sino por lo inadecuado de nuestras facultades
mentales.
Con esto sería suficiente para dejar refutada la mayor de las premisas y con ella todo el razonamiento.
Así pues, como no somos capaces de acercarnos al concepto de Dios cualquier afirmación que hagamos sobre El es,
cuando menos, temeraria y discutible. No cabe duda de que la intención de la iglesia de inferir la bondad en Dios
como algo indiscutible, es loable y comprensible pero a la hora de explicar la teodicea supone una dificultad
considerable, sobre todo si pretendemos colocar en un mismo nivel a Dios con el hombre a la hora de manejar los
conceptos.
Veamos un insigh personal que nos puede hacer comprender de modo intuitivo la relación entre Dios y el hombre:
Cuando yo era un niño la vida se hacia en la calle, por donde pululábamos jugando libres y curiosos. Había en mi
calle, una carnicería llamada “El Tijis” la cual estaba especializada en sangrecillas cordero. Cada cierto tiempo traían
unos corderitos vivos a los cuales se colgaba de un gancho por sus patas cabeza abajo. Tras colocar un cuenco de
barro debajo de su hocico, alli, en vivo, les clavaba un cuchillo largo y delgado en uno de sus ojos sacándoselo, el
inocente animalito sufría una brusca sacudida, se oía un breve balido y luego, enseguida, quedaba inerte y la sangre
escurría, fluida primero, gota a gota después, por el morro del cordero para caer en el cuenco depositado en el suelo.
Cuando esto iba a ocurrir y alguno de los niños que estábamos en la calle lo observaba, avisaba a los demás y todos
íbamos hasta la puerta de la carnicería a contemplar desde la calle tan macabro espectáculo. Nunca he considerado
que El Tijis fuera en hombre especialmente malvado, por el contrario, era amable y hacia su trabajo. Tampoco creo
que ni yo ni mi cuadrilla de amigos fuéramos especialmente sádicos o morbosos en nuestra observación. Éramos niños
y aquel hecho constituía una lección natural a cerca del hombre usando de su poder para disponer de la vida de los
seres inferiores en orden a su supervivencia. Busquemos ahora otro terrible insigh suscitado por el abogado de la
defensa en la película “Tiempo de matar” basada en una novela homónima de John Grisham. y propongamos al lector
que por un momento imaginemos que los corderitos del Tijis, son bebes humanos de apenas unos meses. La propuesta
resultaría horrorosa e inaceptable para nuestra mente que inmediatamente rechazara semejante visión. Y sin embargo
el ser humano comparte con animales como los rumiantes unas tasas de A.D.N. superiores al 90 por ciento. No somos
tan distintos genéticamente y sin embargo aceptamos como natural el uso y sacrificio de estos animales sin que esto
afecte a nuestro concepto de bondad humana. Así pues, si podemos suponer y asegurar que el Tijis y aquellos niños,
pudieran ser buenos en su acción y contemplación del “martirio” de aquellos inocentes corderitos, porque no podemos
suponer bondad en un Dios, que siendo infinitamente superior a nosotros, permite que las fuerzas de la naturaleza nos
zarandeen, dañen y destruyan.
Todo es cuestión de niveles y de colocar a cada uno en su nivel correspondiente sin caer en el error de mezclar los
elementos de uno con los del otro. El insigh es claro siguiendo el ejemplo anterior.
Así pues, Dios no es bueno, ni tampoco malo. Dios es Dios y el ser humano se equivoca torpemente al querer aplicar
al Altísimo las mismas normas que aplica al juzgarse a sí mismo. Se olvida a demás que Dios es el que ha creado esas
normas para el ser humano con vistas, como dice la Biblia, a la buena convivencia entre los miembros de nuestra raza.
Un ejemplo definitivo y esclarecedor de esta idea aparece en el “Libro de Job” donde a las amargas quejas del Santo
reclamando justicia a Dios, lo primero que Este hace es el establecer claramente la distancia y diferencia entre Dios
Creador y su criatura, mediante una amplísima relación de las acciones llevadas a cabo por el Señor desde la nada al
conjunto de lo creado. ¿Quién eres tu para exigirme nada? ¿Quién puede acusarme, quien me impondrá su ley, quien
me llevara ante un tribunal, quien podrá juzgarme a mí?. Dios, no solo es el creador sino que también es el impulsor
de la justicia entre los hombres, El a creado la conciencia del bien y del mal para el uso del ser humano. Éste podrá
juzgar a su semejantes según su conciencia y las leyes naturales pero esas leyes y esas lógicas no podemos pretender
aplicarlas a un Dios que sobrevuela sobre el bien y el mal.
El hombre, y en especial los que esgrimen la pregunta que inicia este articulo para negar a Dios y su providencia,
tientan a Dios con un desafío del tipo : si quieres que seamos buenos, se tu primero bueno con nosotros, de lo
contrario nosotros te negaremos como Dios o como omnipotente. Como si fuéramos niños de colegio pretendemos
“picar” a Dios tentándole y enrabietándonos si no nos responde a nuestra satisfacción. Lo que parece increíble es que
esos “niños” sean científicos, escritores, filósofos y pensadores varios que no son capaces de abrir su mente mediante
insigh intuitivos y básicos.
Acabaremos esta propuesta de respuesta al problema de la teodicea con un resumen: 1º La lógica del razonamiento
que nos pone ante una paradoja entre la bondad de Dios y el mal en el mundo se destruye a si misma al encontrar
errores básicos en la concepción de las premisas del silogismo. 2º Dentro de la primera premisa mayor, en ninguna
forma podemos afirmar conocer como es Dios. Consecuentemente cualquier premisa que se inicie con el supuesto “Si
Dios es….” carecería de fundamento y no serviría como mayor. 3º Igualmente la afirmación “Es bueno” desde el
momento en que pretendemos aplicar el significado de bondad propiamente humano al mismísimo Diós carecería de
cualquier fundamento. 4º Consecuentemente, teniendo en cuenta lo anterior, el razonamiento propuesto carece de base
y debemos aceptar, siempre dentro de una concepción religiosa de la existencia y del cosmos todo aquello que nos
venga de Dios como bueno en cuanto que proviene de su voluntad, absteniéndonos de juzgar a Dios con nuestras
reglas.
Desde nuestro punto de vista cristiano y a parte de la ya comentada lectura del libro de Job tenemos una clarísima
respuesta a todo lo anterior en la explicación que el apóstol San Pablo da sobre a la historia de la salvación. El apóstol
nos dice tomando como base la Biblia de Seños: El hombre es creado como un ser privilegiado por Dios sobre el resto
de la Creación. Pero el hombre traiciona a Díos por su desobediencia y codicia. Consecuentemente el ser humano es
castigado, por su mismo creador, a perder sus privilegios y sufrir los avatares de la vida: esfuerzo, trabajo, cansancio y
muerte. El hombre queda igualado es esta materia al resto de los animales de la creación. Pero no es privado de su
inteligencia, ni de su voluntad, ni de su libertad ni de su conciencia moral, ni de su sentido del bien y del mal. Sigue
siendo plenamente humano aunque haya perdido la inmunidad que le proporcionaba el paraíso terrenal.
La conservación de estas facultades propias y únicas del hombre, y muy especialmente la conciencia moral que
retribuye las buenas acciones y castiga las malas, es debido, según San Pablo, a la dotación que Dios hace de una
mínima dignidad al ser humano, especialmente en sus relaciones con los demás y con el mismo Dios, que se deja
vislumbrar en la creación y en esa misma conciencia mora. Pero ojo, el apóstol deja claro que la buena ejecución del
mandato moral, lo que entenderíamos por ser bueno o malo, justo o injusto no puede obligar en modo alguno a Dios, a
proporcionar una recompensa o castigo al hombre. El ejercicio de la bondad es un bien que afecta positivamente al
propio ser humano y la maldad hace más insoportable aún este valle de lágrimas y esto es lo que promociona el Señor.
Así pues Dios conserva la conciencia y promociona el bien en orden a una dignificación de su criatura, pero en
absoluto le compromete en algún tipo de reconocimiento o recompensa. No podríamos imaginar a un hombre justo
enfrentándose a Dios exigiendole una recompensa a su bondad, como ocurre con el Santo Job, ya que como bien
define San Pablo al Todopoderoso “El es quien todo lo hace según el beneplácito de su voluntad”.
El ser humano, irredento aún, conserva integra la maldición vertida sobre él. Sin que, como se pretenda en la teodicea,
Dios se vea obligado a proteger al hombre para justificar su propia bondad, ya que siendo por definición revelada “
...aquel que todo lo hace según el beneplácito de su voluntad”, no puede quedar obligado por criatura alguna sino solo
por su sola complacencia.
Con todo lo anterior Pablo explica la redención como un acto de la libre voluntad de Dios que redime al hombre en su
Hijo.
Entendamos, por fin, que Dios no se presenta ante el hombre y su historia como un ser bondadoso y dependiente de
nuestro amor y reconocimiento, como en muchas ocasiones intenta presentarnos la benevolente Iglesia, sino como ese
ser temible, pero lento a la ira y presto a la misericordia que nos describe la Santa Biblia. El Señor mostraría
finalmente su magnificencia, llegada la consumación de los tiempos, llevando a efecto su plan de misericordia en la
redención de Cristo, si bien esta redención no surtirá plenos efectos de liberación hasta la consumación de los tiempos
y gloriosa venida de Cristo resucitado.
*Nota: Teodicea: El término teodicea fue creado en el s. XVIII por Leibniz como título de una de sus obras: «Ensayo
de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal», si bien Leibniz se refería con
Teodicea a cualquier investigación cuyo fin fuera explicar la existencia del mal y justificar la bondad de Dios.
*Nota: La teodicea agustiniana es un tipo de teodicea cristiana designada para responder al problema del mal.
1
Como tal, intenta explicar la posibilidad de un Dios omnipotente y omnibenevolente en medio de evidencia de mal en
el mundo. Distintas variaciones de estas teodicea han sido propuestas a lo largo de la historia, pero normalmente
afirman que Dios es perfectamente bueno, que creó el mundo de la nada y que el mal es el resultado del pecado
original de los humanos. La entrada del mal en el mundo es generalmente explicada como el castigo por el pecado y
su continua ocurrencia se debería al mal uso del libre albedrío por los humanos. La teodicea agustiniana sostiene
que Dios es perfectamente bueno y que no es responsable del mal o del sufrimiento.
4.2.4 El culto y los tesoros de la iglesia.
Seguramente, tras la teodicea, la cuestión más suscitada por quienes desde los límites de la fe o mala conciencia
buscan poner a la iglesia ante una paradoja desautorizarte, se podría definir con el siguiente silogismo:
- Si Cristo era pobre y mandó socorrer al necesitado,
- Y si la iglesia posee tesoros de un gran valor.
- ¿por que no vende todas esas riquezas acumuladas y reparte su beneficio entre los parias de la tierra?.
De esta manera cumpliría con el mandato de Cristo: ser pobre y ayudar a los necesitados. De otro modo su
mensaje pierde autoridad.
La cuestión aparece clara y parece difícilmente rebatible. Acusa directamente a la iglesia de avaricia y de faltar a sus
objetivos y con ella se frotan las manos quienes buscan en esta paradoja, el descrédito de la iglesia y curiosamente
justifican así su alejamiento de la sagrada institución y con ello paradójicamente del ejercicio de la fe y de la propia
caridad.
Como en el caso de “la teodicea” podemos rebatir fácilmente la cuestión refutando la condición que afirma la
primera premisa: El mandato de Cristo a la Iglesia es…….”.
Escuchemos al mismo Jesús responder a la pregunta que le hace un doctor de la sinagoga sobre las prioridades de la
ley: “Maestro ¿Cual es el principal y mas grande de todos los mandamientos?”. Jesús responde recitando el primero
del decálogo: “Escucha oh Israel el Señor es tu Dios y a El solo ofrecerás culto. Amarás al señor tu Dios con todo tu
corazon, con toda tu alma con toda tu mente”. Luego el más importante de los mandamientos es el “Culto a Dios” y
para ello es imprescindible la fe, Ciertamente que Cristo añade inmediatamente, el segundo e igualmente importante
es “amar al prójimo como a ti mismo”. Entendido este amor siempre en relación con el amor y culto debido a Dios.
El servicio a los demás desde posiciones altruistas o solidarias alejadas de la fe carecen de valor cristiano.
Si acudimos al evangelio, al final del de Marcos, Jesús, ante de elevarse al cielo resume la misión de sus
discipilos y por ende de la iglesian en las siguientes palabras: “Id por todo el mundo y proclamar el reino de Dios a
toda criatura. Quien crea y se bautice se salvará, quien no crea se condenara”.
No parece existir, pues, en el mandato Divino una especial misión dirigida preferentemente a librar al mundo de la
pobreza o la injusticia. Por el contrario podríamos aceptar que Dios mantiene al hombre bajo la maldición bíblica
vertida sobre Adan, y que somete al hombre a la veleidad de los elementos: Si Dios quisiera hacer desaparecer la
miseria en el mundo lo haría sin esfuerzo, levantando su maldición sobre el genero humano y franqueándole
nuevamente la entrada al paraíso terrenal.
No, la prioridad del cristianismo no es solucionar el hambre o la injusticia en el mundo, sino dar a conocer a
Dios, promover la fe en Él y en la salvación que nos ofrece por su hijo Jesucristo una vez acabado nuestro paso por
este “valle de lagrimas”. Todo ello, repito, promoviendo la fe y el consecuente culto debido. Solo desde esta
conciencia podremos entender claramente la posición de la iglesia.
Una de las cosas que más me sorprendieron en la lectura de la Biblia fue el grado de exigencia que Dios impone
al pueblo de Israel previamente sometido a una penosa travesía del desierto, paradigma diáfano del peregrinar del ser
humano por la existencia. En las precarias condiciones en que el pueblo recién liberado se encuentra las condiciones
de culto extremas y delicadas, las condiciones para construir la tienda santa, su traslado, su composición a base de
maderas nobles y metales preciosos, los utensilios de culto serán de oro y plata y por ejemplo como curiosidad, el
vestido de para el culto exige la existencia de 12 piedras preciosas en la pechera símbolo de las 12 tribus. Y no solo el
culto exige una excelencia de materiales en su ejecución sino que además Dios se reservaría una de las 12 tribus al
completo para su servicio, unos 50.000 hombres que conforman la tribu de Levi, los levitas, cuya sobrevivencia estará
a cargo del resto de las tribus.
Queda pues demostrado que ni la misión del pueblo creyente ni de la iglesia es solucionar la precariedad ni la
injusticia en el mundo, si bien tanto en el antiguo testamento como en el mandato a la iglesia queda diáfano el deber
de cada uno de los creyentes de obrar el bien y promocionar la justicia. Esta promoción de la justicia y la dedicación
al prójimo aparece promocionada sobretodo a un nivel personal inquiriendo a cada individuo la práctica de la caridad
al nivel que le sea posible, sin exigir a cada cristiano ser una Teresa de Calcuta o un Francisco Javier.
La iglesia pues no tiene una obligación única ni prioritaria en el ejercicio humanitario y es anterior en sus
prioridades la atención al culto.
Y no obstante la Iglesia es con mucho la primera y más importante ONG del mundo. Millones de euros salen
anualmente de las arcas de la iglesia, que es como decir del esfuerzo y el sacrificio de los creyentes y del propio clero,
para la atención de los más necesitado en todo el mundo. Y lo que aun es más importante miles de personas se
desplazan al tercer mundo para ofrecer sus vidas al servicio de los olvidados, seres humanos que en nombre de su fe
ofrecen sus vidas sin pedir nada a cambio. Y ahora diganme, ¿No es especialmente mezquino y abominable que haya
personas que arremetan duramente contra la Iglesia por que posee obras de arte, ignorando su inmensa labor social en
la historia del hombre y en la historia actual?
Estamos ante el insigh de la capa de San Martín, (Ver 4.2.2 LA CAPA DE SAN MARTIN) criticando que
alguien dé solo la mitad de lo que tiene mientras que el crítico se justifica solamente con su crítica y es incapaz de dar
la mitad de su patrimonio a una sociedad benefactora (la iglesia por ejemplo). Pensemos, si San Martín hubiera
entregado su capa entera, tal vez hubiera muerto de frió y entonces cientos de hombres y mujeres que fueron
beneficiados por su caritativa bondad durantes sus largos años de vida no hubieran podido disfrutar de dichos
beneficios.
Dejemos algo claro, si la iglesia vendiera todas sus catedrales, iglesias, monasterios, objetos de culto y las obras
de arte que posee, el mercado del arte se hundiría y con tamaña oferta su valor se depreciaría hasta lo ridículo. Por
otra parte los objetos que durante siglos los fieles habían consignado para mayor gloria y alabanza del Señor, no sin
trabajo y sacrificio personal, colectas, limosnas, promesas, pagos piadosos, serian blasfemamente requisados al culto
de Dios constituyendo el anatema, o saqueo de los bienes de Dios, más grande de la historia de la humanidad. Y lo
peor es que serviría para bien poco ya que el dinero que pudiera sacar la iglesia tras mal vender sus bienes no llegaría
para solucionar la pobreza del mundo ya que esta pasa por tiranías, plutocracias y corporaciones comerciales todo
poderosas que serian las grandes beneficiarias, en primer lugar por la adquisición de los bienes de la Iglesia (de Dios
en realidad) y segundo porque el dinero ofrecido a los pobres acabaría al final de un proceso que incluiría entre otras
cosas el alza de precios e impuestos a los beneficiados. La corrección del hambre en el mundo pasa por un cambio de
estatus político y social de los estados más necesitados y esto no se conseguiría inyectando dinero en estos estados, Y
las obras de arte constituidas para mayor gloría de Dios acabaría en manos de los de siempre, ricos y poderosos para
su propia gloria. Tampoco estos últimos permitirían un cambio social.
Pero no perdamos el norte de nuestra argumentación con disquisiciones peregrinas. Dejemos claro que la
primera y principal misión de la iglesia es la de dar culto a Dios y transmitir la fe y la buena nueva de la salvación a
toda la humanidad (Marcos 16,15-18). En este sentido la iglesia es solo depositaria de las miles de obras de arte y
objetos de valor que los creyentes devotos de todos los tiempos han ofrendado a mayor gloria de la obra de Dios. Su
expolio seria anatema y su maldición recorrería toda la iglesia y a aquellos dirigentes responsable del expolio.
Recordemos como en el antiguo testamento se imponía una muy estricta normativa sobre el uso de la parte que
correspondía a Dios “anatema” y el castigo por su expolio era verdaderamente terrible.
Los llamados tesoros de la iglesia, por otra parte, no suponen ningún tipo de comodidad ni para el clero ni para
la labor que ejerce la propia iglesia sino que por el contrario el inmenso patrimonio acumulado a través de los siglos
supone mas bien una tremenda carga que arrastra con gran esfuerzo, teniendo que dedicarle mucho tiempo y recursos
económicos y todo ¿para que?. Veamos un ejemplo cercano a mí: Dentro del las donaciones más importantes
recibidas por la Basílica de Ntra. Sra. de la Vaga de Haro figura el “Terno del Duque de Frías”; es éste un
impresionante conjunto de ropaje litúrgico hilado en seda, plata, oro y otros materiales nobles y semipreciosos que
conforman un conjunto de incalculable valor por su imposibilidad de repetir o clonar con idénticos materiales.
Ciertamente que conseguir algo así, en la época actual, seria impagable pero si quisiéramos venderlo ¿Quién querría
comprarlo?. Salvo para tenerlo expuesto en la vitrina de en un museo, para poco más serviría. A nadie se le ocurriría
salir a la calle con semejante ropaje, ni por lo anacrónico del mismo ni por su incomodidad, ya que cada elemento del
mismo pesa varios kilos. Su conservación y arreglo es igualmente costos. En la actualidad el terno se sigue utilizando
durante la fiesta de la Virgen de la Vega durante la misa solemne y la procesión del rosario de faroles, lo que supone
un orgullo para el pueblo de Haro y para los cofrades, pero su uso ¿es motivo de satisfacción para quienes lo tienen
que portar? ¡Desde luego que no! . Tener que llevar tan pesados mantos y tan tiesos ropajes durante la misa y la
procesión supone un autentico calvario para las autoridades eclesiásticas que sujetos a la tradición se ven obligados a
portarlos. ¿Donde están los beneficios de portar tan agobiante tesoro?. Ciertamente la iglesia estaría más cómoda y
suelta sin esa rémora de siglos y sin embargo, como el sufrido pueblo de Israel, esta obligado por expreso deseo
Divino a realizar esta particular travesía del desierto con el anatema divino sobre sus hombros.
Decía alguien que la iglesia era inmensamente rica a lo que yo oponía el siguiente razonamiento: ¿Quienes son
los paradigmas del pobre y del necesitado?: Aquellos que salen por las calles a pedir limosna, y ¿Quienes son el
paradigmas de los pedigueños: Los religiosos. Acaso no se suele decir “pides más que los curas” o “pareces un fraile
siempre pidiendo”, Efectivamente, la iglesia es una institución no productiva, todo lo que tiene le es donado o es
recibido por la caridad de sus miembros. A demás soporta ese gran patrimonio cuya conservación y cuidado le es
muy gravoso. Por si fuera poco los servicios que ofrece los debe dar de modo gratuito. Con todo lo anterior la iglesia
como San Martín ofrece “la mitad de su capa”, a los más pobres y necesitados, empleando buena parte de sus
“ganancias” en mantener las misiones y los múltiples servicios a los pobres y necesitados que realiza. ¡Realmente es
milagroso que un negocio tan ruinosos como éste se haya mantenido en pie, y con plena actualidad, durante dos mil
años!. No, la iglesia no es rica, está milagrosamente sostenida por la caridad y la fe de los propios creyentes y la
consideración del hombre justo y humanitario, pide a los ricos, a los pudientes, a los gobiernos y a todos sus
caritativos fieles, luego reparte la mitad y aun mas de la mitad entre los que son aún más pobres que ella misma.
Ciertamente una parte la guarda para su propia subsistencia y para lo que ya hemos dicho es su cometido principal:
Dar el culto debido al Altísimo, y proclamar el evangelio. ¿Acaso no es justo que así sea? .
Resumiremos todo lo anterior refutando los argumentos lógicos con los que comenzábamos este artículo: 1º El
objeto principal de la iglesia no es hacer desaparecer la pobreza e injusticia en el mundo sino el culto a Dios y el
anuncio del evangelio. 2º Las supuestas riquezas del Vaticano constituyen un patrimonio Divino y están dedicados al
culto por lo que la iglesia no puede enajenarlos a voluntad. Su venta por cualquier autoridad eclesial constituiría un
sacrilegio y grave ofensa “anatema” a Dios. 3º La venta estos tesoros a parte de constituir un colapso del mercado de
obras de arte que disminuiría los precios a mínimos no conseguiría en absoluto que desapareciera el hambre en el
mundo. Si acaso podría ayudar temporalmente a reducir su incidencia pero acabaría siendo un “pan para hoy y
hambre para mañana”, ya que los beneficiados, seguramente, acabarían siendo expoliados por magnates, políticos
corruptos y otros déspotas que les rodean y que son realmente la causa del hambre y la desgracia de sus pueblos. 4º
El hecho de que la iglesia haya acumulado a través de los tiempos gran cantidad de objetos valiosos dedicados al culto
y a la mayor gloría del Altísimo, y a pesar de que no tiene ninguna obligación expresa de acabar con la miseria, ésta
sí se ha propuesto como uno de sus fines básicos el practicar una caridad universal independiente de razas, colores e
incluso de credos, constituyéndose en la mayor, mas activa y efectiva ONG del mundo, dedicando miles de recursos
humanos y gran parte de los recursos materiales que consigue a fines caritativos de toda índole. Multiplicando, a
través de la historia, su servicio a los necesitados en cantidad infinitamente superior a la que hubiera podido hacer
malvendiendo su patrimonio a la rapiña especulativa y limitándose, como algunos quisieran, a un silencio material y
espiritual.
5º Con respecto a todo lo anterior hay que constatar la existencia de una serie personas criticas de inspiración satánica
que intentando ocultar la vergüenza de su incapacidad de acción caritativa y nula capacidad de sacrificio humanitario,
atacan, de modo injusto y artero a personas e instituciones que dedican todo o buena parte de su tiempo, esfuerzo y
hacienda a la ayuda de quienes más lo necesitan. Es éste un tipo de críticos que de un modo inexplicable y siniestra
(por eso hablo de inspiración satánica) habiendo tantas gentes he instituciones en el mundo que hacen el mal o que
simplemente no hacen nada por los demas, eligen como victimas de sus ataques a personas o instituciones altruistas.
*Nota 1: No hace muchos años una propuesta crítica (satánica) tuvo un gran predicamento en las redes sociales, ya que miles de
críticos(improductivos) dieron su “like”a la propuesta. Esta, tras mostrar la imagen de una rica procesión en el vaticano decía “Da
un like si quieres que las riquezas del Vaticano se repartan entre los más pobres”, lógicamente miles de personas realizaron el sencillo
gesto de picar sobre el icono del dedo gordo tieso: El gesto no costaba nada y daba la sensación de “hacer” algo por los
desfavorecidos, a la vez que ofrecían al ínter nauta un marchamo de luchadores reivindicativos contra las “poderosas instituciones
ricas e ”insolidarias “de este mundo, y todo ello sin poner un solo euro, sin arriesgar absolutamente nada y sin mover otro dedo que
el del ratón. La pregunta seria ¿Qué resultado hubiera tenido la iniciativa si hubiera sido enunciada con la siguiente formula “Da un
like si aceptas que descontemos 30 euros de tu cuenta corriente para que la iglesia siga luchando contra la pobreza en el mund, o bien
para apuntarte a participar durante sus vacaciones en una de las muchas misiones humanitarias que la institución religiosa mantiene
en el tercer mundo.”? Puedo asegurar que la respuesta a este compromiso seria infinitamente inferior y aun podría asegurar que la
mayor parte de los desertores serian esos que hemos dado en denominar críticos improductivos y aún vengativos y satanicos.
4.2.5 YO CREO EN DIOS Y CREO QUE DIOS CREE EN MI
Esta frase pertenece a la estrofa de una canción que aparece en el musical "Hair", al que yo pude acceder a través del film, del mismo
título del año 1979. Cuando entonces vi la película esta frase pasó completamente desapercibida para mi y fue muchos años después al
ver en TV otra película distinta que al final incluía esta canción debidamente subtitulada y al leer esos subtítulos cuando, descubrí la
letra de esa frase en cuestión.
Nada más verla tuve un inmediato insigh sobre su significado más profundo. Y es que no fue su alegato antibelicista, ni la
exaltación de la, entonces en vigor cultura hippie, ni sus imágenes psicodélicas y un tanto polémicas, lo que me hizo reflexionar, sino
el significado en si de esa frase concreta, que aparece en varios momentos de la película dentro de las canciones "Manchester City" y
"Hair", independientemente del sentido que su autor pudiera haber querido darle en las referidas canciones, dentro del entorno de la
película o el musical.
La frase: " yo soy un genio genial, creo en Dios y creo que Dios cree en mi que soy George" me reveló un importantísimo
detalle que la palabra fe encerraba en si: No es suficiente con creer en Dios sino que además es necesario que Dios a su vez Dios
"crea" también en nosotros, en cada yo, en mi concretamente (George en la película).
Poco podemos hacer con creer, con intuir a Dios, con dar el salto de fe que Kierkegaard propone como clave de nuestra
adhesión al Ser absoluto, es, además, necesario que El nos haya aceptado previamente, es decir, que acepte nuestro esfuerzo de fe
como prueba y mérito suficiente como para concedernos nuestro anhelo vital y existencial.
Entrarían en este concepto una consideración que me resulta bastante desasosegante, una especie de apelación a la idea de
predestinación como un factor determinante de la salvación, sobre todo enlazando con las manifestaciones de San Pablo que nos dice
que Dios "nos eligió ya desde la fundación del mundo" a quienes serían santos e irreprochables ante El por el amor. También en otro
momento asegura que: “A quienes conoció los predestinó, a los que predestinó los llamó, a los que llamó los justifico, a los que
justificó los glorificó.”
Esta idea de la predestinación siempre me resultó especialmente odiosa ya desde su discusión en uno de mis primeros foros
filosóficos en el instituto. Dios conoce lo que haremos y seremos pero, somos nosotros quiénes lo decidimos con nuestro actuar. El
saber cómo actuaremos no condiciona nuestra acción libre pues lo que se sabe previamente es lo que nosotros haremos desde nuestro
libre albedrío.
Y a pesar de ser consciente de lo anterior y que siempre he aceptado está última explicación frente a un determinismo que nos
anula como actores de nuestra propia salvación, lo que me asombra de este insight recibido es la sensación de descubrimiento, de pleno
acuerdo con la imagen que me presenta a ese Dios omnipotente creyendo en mí.
La intuición y la sensación que me provoca me resulta brutal y en vez de dejarme caer en la duda y el pesimismo me eleva hacia
un estado de euforia insospechado.
Desconozco porqué aquella sencilla letra de una canción, posiblemente crítica hacia la fe, me produjo y aún me sigue
provocando semejante estado. Es si misma la reflexión que proporciona podría haberla obtenido ante cualquier otra situación o dentro
de mis frecuentes reflexiones sobre estos temas y sin embargo su visión concreta dentro de un ambiente lúdico y de general alegría y
optimismo me llevó a la alegre idea de que efectivamente no solo yo creo en Dios sino que efectivamente también Dios cree en mí que
soy Miguel Ángel.
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